Validación emocional: cómo crear un contexto seguro en la infancia
Arancha Santos de la Rosa
Arancha Santos de la Rosa
Psicóloga Habilitada Sanitaria
Directora de CEPSICAP Psicólogos de León y secretaria de la Asociación Internacional de Estudios de Bomberos y Psicología de Emergencias
Una vez escuché que una de las cosas en la que más nos parecemos los seres humanos es en nuestra manera de sentir el malestar. Sabia apreciación.
En todo el tiempo que llevo trabajando como terapeuta, acompañando a personas en su dolor emocional, es una conclusión a la que llego cada día. Es algo que compartimos como humanos.
Nadie está exento de sufrir, y lo hacemos de maneras muy similares.
Sin embargo, existe una tendencia cada vez más creciente a evitar el sufrimiento, como si esto fuera posible. Vivimos en un mundo cada vez más complejo, más cambiante, e inevitablemente el malestar está presente en nuestras vidas. También es cierto que para muchos de nosotros el mundo es mucho más confortable que hace décadas. Pero, paradójicamente, cada vez somos más fóbicos al malestar.
Y esto está teniendo consecuencias en nuestra salud mental. Es lo que se suele llamar la trampa de la felicidad.
Y en este mundo, nuestros niños y adolescentes también experimentan malestar, también sufren, como humanos que son.
No viven en un mundo sólo de unicornios y arcoíris.
Cómo aprenden y cómo les enseñamos a relacionarse con el malestar en su niñez va a ser relevante para su relación futura con él.
Y los humanos aprendemos a relacionarnos con el malestar de una manera que no lo hace ningún otro ser vivo: a través del lenguaje. Los animales no tienen esa cualidad.
Y lo aprendemos, entre otras cosas, en interacción con nuestras familias y en los entornos educativos.
Tal vez, uno de los principales aprendizajes que podemos transmitir a nuestros niños es que las emociones son naturales, aparecen por algo, algo ha ocurrido para que se sientan así, tienen todo el sentido y cumplen una función.
Cuando “elegimos” no sufrir, desprotegemos.
Hace unos años asistí a un workshop del Psicólogo y Profesor, cofundador de la Terapia de Aceptación y Compromiso, Kelly Wilson. En un momento del taller pidió que levantáramos la mano quiénes tuviéramos hijos y pidió una persona voluntaria, para lo que me ofrecí.
Primero me pidió que pensara en algo doloroso que me hubiera ocurrido en mi vida. Luego me pidió que me imaginara que me puede dar la oportunidad de elegir vivir entre “dos mundos”.
En el “primer mundo” se borra todo eso que me pasó y lo que me impactó a nivel emocional en mi vida a lo largo de estos años. En el “segundo mundo”, lo llevo conmigo profundamente, a veces sintiéndolo de forma significativa, otras simplemente como algo más que me ha pasado en la vida.“¿Cuál escogerías?” me preguntó. “El segundo”, respondí, (creo que cuando termines de leer el artículo entenderás mejor por qué).
Por último, me pidió que imaginara que un día cuando llega mi hijo del colegio, se nota que algo le ha pasado, algo ha ido mal, y cuando le miro a los ojos me dice: “Mamá, no soy como los demás niños”. Cuando le pregunto me cuenta la misma historia, esa que tanto me ha dolido a lo largo de mi vida…
Si hubiese elegido el “primer mundo”, donde todo se borra, no tendría ni idea de lo que me está hablando, todo sería incomprensible para mí, y, es posible que le dijera algo así como “¿por qué piensas eso? Tu eres perfecto”.
Al escoger el “segundo mundo” y mirarle a los ojos, él ya vería que yo sé de qué me está hablando. Y es en ese espacio en el que puedo ayudarle.
En la vida real, en muchas ocasiones, respondemos y atendemos a nuestros niños como si hubiéramos podido escoger vivir en un mundo de no sufrimiento. Como si pudiéramos elegir para ellos que no sufrieran. Y eso les desprotege.
“No podemos decidir si el sufrimiento visitará a nuestros niños, pero si podemos elegir que lo pasen solos o no”
Kelly Wilson
Validación emocional o cómo crear un contexto seguro
Con toda nuestra buena intención, en momentos donde nuestros niños expresan malestar, existe una tendencia a transmitir mensajes del tipo: “no te preocupes”, “no te pongas así”, “bueno, no es para tanto”, “ya se te pasará”, “¿cómo lloras por eso?”, “venga, no llores” …
Sin embargo, este tipo de mensajes bienintencionados, en muchas ocasiones, ejercen un efecto invalidante problemático que lejos de ayudar a los niños a regularse emocionalmente les transmite el mensaje de que lo que les pasa es algo poco importante, que no merece la pena expresarlo, algo que quitar o controlar e incluso raro.
En el fondo, en vez de acoger, sin querer, les dejamos solos ante lo que sienten.
La validación emocional es una estrategia usada en la práctica terapéutica. Por explicarlo de una manera sencilla, es transmitirle al otro que lo que siente es válido y tiene sentido. Es comunicar que las respuestas (emociones, pensamientos, acciones) de la otra persona, tienen sentido y son comprensibles en su contexto.
Es transmitir aceptación de su experiencia emocional, no juzgar, no criticar, no pretender que cambie lo que siente, es acoger de manera amable y cuidadosa lo que nos “da” al expresarnos lo que siente. Sin intentar aconsejar, sin intentar que cambien nada en ese momento.
Validar algo no significa que nos guste ni que estemos de acuerdo. Es ver desde la perspectiva del otro.
Se sabe que la validación puede tener beneficios importantes, incluyendo la reducción de la reactividad emocional o la intensidad de las emociones (Linehan, 1993).
Además, es una manera de ayudar a nuestros niños a expresarse emocionalmente, poner nombre a lo que les pasa, regularse mejor y de enseñarles “auto-validación”.
Pero, sin duda, es una manera de crear un contexto seguro, de facilitar un entorno donde los niños se sientan a gusto para poder expresar con seguridad lo que sienten, sabiendo que no serán juzgados, rechazados o no tomados en serio. Por lo que mejora las relaciones con nuestros hijos/alumnado, al sentirse escuchados y entendidos, y mejora la solución de problemas.
Cómo practicar la validación con los niños y adolescentes
Hay una serie de cosas que facilitan la validación emocional:
* Escucha, presta atención, sin interrumpir, a lo que te quieran contar, muestra calidez. Muestra curiosidad amable por su relato.
* Permite el llanto o la expresión de enfado si se produce, es una manera natural de regularse.
* Realiza expresiones de resumen o parafrasea lo que te está expresando: “Así que por lo que me cuentas hoy ha sido un día difícil para ti en el patio porque has discutido con tu amigo Juan por el partido de fútbol”
* Lee lo no dicho: “Te noto enfadado con esto que me estás contando”, “veo que te está costando poner en palabras lo que sientes”
* Comprende que a veces lo que le pasa tiene una “historia” (todos tenemos una “historia”): “Veo que no es la primera vez que discutís por esto y que llevas mal que te aíslen en el patio cuando vais a jugar al fútbol”
* Normaliza lo que siente, da sentido a lo que siente: “Es normal que te sientas así, entiendo que tiene que ser difícil para ti estar peleado con tu mejor amigo y ver que no te han dejado jugar al partido como te gustaría y te está costando encontrar una solución a esta situación”
* Agradece que esté confiando en ti y te comparta lo que le importa.
Y ten cuidado con:
* No juzgues o critiques, “no cuentes tu historia” (cuidado con los comentarios de “en mis tiempos…”, o “cuando yo era como tú…”)
* No des consejos, sobre todo cuando no te los están pidiendo.
* No sueltes frases hechas.
Imagina que impacto puede tener sentirse acogido y validado cuando eres niño y estás atravesando un momento muy difícil y tu mente te lanza pensamientos “muy feos” (por ejemplo, de querer morirte), pero quien te cuida no te “calla” ni juzga o quita importancia a lo que piensas o sientes, si no que te escucha, atiende, acoge y empatiza con lo difícil que es para ti lo que te ha pasado y con que es natural que en momentos así la mente nos “cuente” cosas feas. Y te agradece la confianza para contárselo y te transmite que está a tu lado y que no estás sólo en esto.
“El mundo interno de una persona sólo empieza a ser importante para ella cuando es importante para los otros significativos”
(B.F Skinner)
En conclusión, creo que sería interesante que el contexto social inmediato de los niños y adolescentes, sus familias y educadores, tuviéramos en cuenta esta potente herramienta de comunicación, la validación emocional, en aras a prevenir o paliar el sufrimiento de nuestros menores, y por qué no, de nuestra Sociedad.
“Nadie muere por hablar, lo que mata es el silencio”
(Testimonio de una superviviente por el suicidio de un hijo)
Referencias
§ https://www.psyciencia.com/validacion-emocional-que-es-y-como-practicarla/
§ https://www.psyciencia.com/niveles-de-validacion-en-la-terapia-dialectica-conductual/
§ Cinthia Benitez, Kristen P. Howard, Jennifer S. Cheavens. The effect of validation and invalidation on positive and negative affective experiences. The Journal of Positive Psychology, 2020
§ Linehan, M. M. (1993). Cognitive-behavioral treatment of borderline personality disorder. Guilford Press