¿Se mantiene la tendencia creciente de suicidios en 2022? Un análisis de los datos provisionales del Instituto Nacional de Estadística

Alejandro de la Torre Luque

Fuente: https://www.ine.es/prensa/edcm_2022.pdf

El pasado día 27 de junio de 2023, el Instituto Nacional de Estadística (INE) liberó los datos provisionales de mortalidad en España en 2022. A la espera de tener datos definitivos, se indica que el número de personas fallecidas en España en ese año fue de 4097 personas, lo que supone un incremento del 2.5% con respecto a 2021. Los datos parecen apuntar (a la espera de extraer conclusiones con estadísticos robustos y datos consolidados) a que se mantiene la tendencia creciente que se observa desde 2018 (ver: https://www.plataformanacionalsuicidio.es/informes-anuales/evolucion-suicidio-en-espaa-este-milenio). Si bien, esta tendencia parece más desacelerada en comparación con los años anteriores de la pandemia.

Se hace necesario reducir el impacto de la conducta suicida en España. Seguimos viendo incrementos anuales en muertes por suicidio. La conducta suicida conduce a mayor probabilidad de psicopatología en el futuro y mayor gravedad de la misma. Asimismo, se asocia a altos niveles de discapacidad y pérdida de funcionalidad. Se deben emprender estrategias de prevención que afecten a la población general (prevención universal), poblaciones de colectivos sensibles (prevención selectiva) e individuos con factores de riesgo (prevención indicada). Se considera también decisiva la incorporación de estrategias de carácter multisectorial y multicomponente. Todos, todos los agentes sociales tenemos que estar implicados en la prevención del suicidio, un problema de salud pública con mayúsculas. De hecho, se puede ver desde los datos del INE que en los últimos años existen más muertes por suicidio que por otras causas no naturales, como los accidentes de tráfico, los cuales se han visto drásticamente reducidos desde la implantación de la Dirección General de Tráfico. Aumentar la concienciación social debe ser prioritario para doblegar la curva de muertes por suicidio. Asimismo, programas generales contra factores de riesgo sistémicos (exclusión social, alcoholismo, violencia de género) deben implementarse desde un nivel coordinado.

Existen especialmente tres líneas en las que todavía tenemos muchos problemas en la prevención del suicidio. Desde un punto de vista epidemiológico, el sistema de certificación forense ha permitido dar certeza que la muerte se haya producido por suicidio. En virtud de mejorar la precisión de las estimaciones epidemiológicas, sería grata la integración con información procedente de diversas fuentes como las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. El procedimiento de autopsia psicológica también podría ayudar a tener una fotografía más real de la conducta suicida en España. El desarrollo de estrategias centralizadas de recolección de datos en contexto hospitalario sobre conducta suicida (ingresos hospitalarios, reintentos, uso de servicios, etc.) también se torna fundamental para planificación sociosanitaria.

En segundo lugar, los sistemas de detección suelen tener bastante precisión en identificar a personas con riesgo suicida cuando se cumplen muchos factores de riesgo. Sin embargo, los sistemas de detección fallan en identificar personas que enganchan con conducta suicida (e.g., se intentan quitar la vida) y presentan pocos factores de riesgo. El carácter poliédrico de la conducta suicida parece mostrarnos que debemos ampliar el foco de estudio para considerar nuevos abordajes en estos casos. Introducir protocolos de detección del riesgo suicida en contextos sensibles (centros escolares, residencias de mayores, etc.) ayudaría mucho a aumentar el rango de detección y poder prevenir la conducta suicida.

Finalmente, se requiere extender la cobertura y el seguimiento de la persona con conducta suicida o en riesgo. Por ejemplo, algunos autores hablan de que los tres primeros meses tras un intento suicida son críticos para la repetición del intento. La repetición del intento suicida es el principal predictor de mortalidad por suicidio. Los planes de monitorización deben ser más intensivos y continuados. Sistemas de seguimiento por dispositivos portables podrían ser una alternativa bastante prometedora. Si bien, existen problemas de baja accesibilidad y bajo alfabetismo tecnológico en determinados grupos poblacionales, que pueden lastrar su expansión y cobertura. Es necesario solicitar la extensión de los cuidados y proveer programas de prevención basados en la evidencia y con amplia cobertura.

En conclusión, los datos preliminares del INE apuntan a un incremento del 2.5% de la mortalidad por suicidio en 2022 con respecto a 2021. A la espera de los datos consolidados y de análisis ajustados a nivel poblacional, se observa la tendencia creciente de mortalidad por suicidio que ya se viene arrastrando desde 2018. En la década pasada, la Organización Mundial de la Salud instó a los países a desarrollar estrategias de cobertura nacional para prevenir la conducta suicida. Muchas de las acciones que contribuirían a reducir el número de muertes por suicidio en España, pasan por el desarrollo de un plan nacional de prevención del suicidio que posibilite una acción coordinada y multisectorial para la precisa delimitación de este importante problema de salud pública en nuestro país, promoción de la conciencia social sobre el suicidio, vigilancia epidemiológica y planificación y provisión de servicios. La investigación se torna fundamental para la prevención del suicidio. Es por ello, que debe tener un papel central dentro de un plan nacional. Por último, la atención a familiares y allegados, y a profesionales en primera línea tampoco se deben obviar.

Sin duda, es el momento de actuar y comenzar a doblegar la curva de muertes por suicidio, así como de superar las barreras que produce el estigma. Tod@s somos parte de esta meta; lo conseguiremos entre tod@s.

Adriana García RamosComentario